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Pleamar

por Daniela Cortés

I. Cómo observaba a mi creación en la mañana del 20 de agosto de 2043.


Desde afuera del agua veía borrosa la silueta de mi pez naranja, mi pez naranja de tres cabezas que tanto me gustaba; esa creación mía que a todos les parecía tan anormal pero al mismo tiempo y quizás sin darse cuenta, surrealista. De todos mis peces, lo mejor de este son sus bocas: Cada una tan diferente. En frente de mí tenía los exhaustivos resultados de casi toda mi vida.

De la primera boca se asomaban unos dientes salvajes y afilados; que se alimentaban de cada uno de los veinte ojos de los peces más pequeños.

Abrió su segunda boca y sacó una lengua larga llena de dientes viliformes que se enrollaba, y yo veía adentro una parte que me fascinaba de mi pez: Su audacia salvaje que todavía conservaba el instinto primitivo que pensé haberle arrebatado.

Me acerqué al agua con la vieja cámara y ví con más claridad bajo el agua para fotografiar los muchísimos dientes incisivos pequeños y aplanados de su tercera boca; también de sus ojos escuché el miedo que sentía de estar allí, con otras dos cabezas.

Sin embargo estaba dudando aún en exponer no sólo a este, sino a mi enorme colección de animales marinos transgénicos.


II. Cómo llegué a amar a mi pez naranja y a cada una de las cabezas que le había creado.


Mi pez, cómo admiraba yo a mi primera criatura por encima de mis demás peces de veinte ojos, e incluso por encima del calamar transparente. Y es que ninguno de ellos podía actuar por fuera de sus instintos naturales, yo no me conformaba con modificaciones genéticas morfológicas, yo necesitaba algo mucho más eficaz: Así que hallé la manera de transmitir conciencias diferentes a las tres mentes del tricéfalo.

Todavía no consigo tolerar el concepto de los grandes avances biotecnológicos como una celebración ostentosa y digna de reconocimientos públicos; ustedes me tratarán tal vez de egoísta, ¿Pero alguna vez han pensado en las grandes mentes individualistas que pueden lograr a hacer de esos conocimientos enormes armas biológicas? Y no me refiero a armas nucleares, sino a los productos de mi proyecto de investigaciones y experimentos que me llevaron a hacer esto.

En primera instancia, decidí agrupar todas las pruebas del evolucionismo para llegar a la conclusión general del eterno tiempo donde cada especie se desarrolla; sin tener en cuenta una hipotética catástrofe. A mí me parece muchísimo más importante que la evolución se dé lo más pronto posible; eso de experimentar con ratas me parece insuficiente y gracias a mi impaciencia he logrado un cambio enorme comenzando por procariotas marinas, vi que funcionaba el hecho de acelerar artificialmente el proceso evolutivo, pero además de eso, un par de años después conseguiría alterar la especiación.

No niego que preferí mantener todo el proyecto en secreto hasta ahora, porque poco me interesan los debates éticos, los animales para mí (Mi amado pez) tienen un significado enorme, por eso me he decidido a mejorarlos, yo nunca atenté en contra de sus derechos; pero por ellos hice algo quizás radical de lo que me enorgullezco bastante.


III. Cómo no dejaba de pensar en mejorar la raza humana y cómo el tiempo dejaba de ser tiempo.

Conforme cada día que pasaba dentro del laboratorio, veía que a pesar de que yo haya diversificado los genes de mis animales, el cambio sin mi intervención no cesaba. Lo pude comprobar en varias ocasiones dentro de especies no muy grandes, como la familia de Siluridae: los pequeños peces que mejoraban su visión para cada uno de sus veinte ojos y asimismo las próximas generaciones sobrevivían muchísimo más dentro de la cadena alimenticia, porque según mis censos, de una semana a otra la tasa de mortalidad había disminuido drásticamente casi el 40%. Sin embargo hoy escribo acerca de un suceso fundamental para todo esto, un suceso que sentí que había cambiado el orden natural del tiempo.

 Unos días después de fotografiar mis proyectos levanté del suelo una pila de periódicos donde encontré la revista Viperfish en su cuarta edición, que en efecto, estaba ya al borde de la quiebra gracias a la audiencia que podía contarla incluso con los dedos de la mano; como todas las mañanas comencé a leerla, encontrándome con una tesis interesante sobre un biólogo ruso defendiendo las teorías de Lamarck. Me pareció un tanto paranoico que apuntara radicalmente a la existencia de un Dios creador a través de teorías Lamarckistas ¿Cómo pretendía afirmar que el instinto haya sido creado por un ser superior cuando no existen pruebas ni de una cosa ni de la otra?. A pesar de que tenía una posición fuertemente influenciada por el fijismo de Agassiz: Porque teniendo la evolución de frente continuaba defendiendo lo suyo de esa manera rebuscada y contradictoria que además de despertar mi competitividad, fue un enorme impulso a afianzar mi propia teoría evolutiva apoyada en la genética y asimismo en mis propios experimentos de aquellos intercambios alélicos innatos, pero que comprendí de una manera consiguió llegar muchísimo más allá de los hechos científicos como elemento objetivo para sustentar la vida y su desarrollo. ¿Pero qué tenía todo esto de excepcional entonces?


Resulta que siempre he sentido la necesidad de observar cada mínimo detalle e interpretarlo de maneras diferentes dentro de mi mente, como una  yuxtaposición de posibles resultados en una combinación casi infinita; leyendo la tesis de aquel ruso me fijé en la manipulación del lenguaje como objeto de persuasión masiva. A simple vista esto parece un detalle sutil aunque al mismo tiempo un poco obvio, pero es innegable que después esto sería fundamental en otras áreas. A lo otro que quiero llegar es a que si alguien como él conseguía semejante reconocimiento, yo conseguiría controlar la mente de cada ser humano para que aceptase ser superior a absolutamente todo lo demás.

Planeaba desde entonces día y noche maneras de alterar la vida; pero el tiempo lo era todo y a la vez nada, ¿Por cuánto más seguiría siendo así? ¿Y si de repente el tiempo dejaba de existir?





IV. Cómo las impávidas distorsiones alterarían aún más el tiempo y la vida.


Hace bastante que no escribo, o quizás fue ayer apenas cuando comencé esto, o simplemente todavía me estoy sintiendo aturdido, debe de ser eso. Recién me despierto, tras una noche que pensé que sería tan efímera como todas las demás; pues es de madrugada, hace no más de cinco minutos dormía y escuchaba mi propio nombre entre muchísimas otras voces distorsionadas, se transfiguraban todas hasta convertirse en un unísono coro que repetía impávido “¿Estás listo? Saluda, saluda”.


19 de septiembre de 2043 - 14:23 hrs.


Todavía no puedo sacar de mi cabeza todo aquel asunto de los experimentos con seres humanos y la estrecha relación que estoy comenzando a darle con el suceso de anoche; obviamente no tengo ninguna paranoia, pero durante el último mes me he dedicado a no dejar pasar un sólo día sin apartarme de un libro de cosmología filosófica. Me encantaría que los demás científicos no sólo se centraran en el área al que se dedican, sino que exploraran las relaciones de todo conocimiento como complemento en sus teorías; aunque claramente, un genio como yo siempre idea los planes mejor estructurados con fuentes no sólo científicas, sino también filosóficas. Algo similar a una nueva versión individual del Club de los X del remoto siglo XIX, pero esta vez exponiendo distintas teorías a una misma práctica complementada por varios otros conceptos.


A lo largo de estos años, me he dado cuenta de que el evolucionismo sólo explica las leyes aplicadas sobre el orden natural específico del universo por medio de patrones de comportamiento innato heredado, característico de mi acuario de especies marinas. Pero, ¿Y si ese orden natural no era absoluto? ¿Comprendería entonces la complejidad cambiante universal lo suficiente para lograr modificarla?


V. Cómo gracias a la subjetividad del espacio-tiempo conseguí dominar la voluntad de mis nuevos objetos de experimentación.


Pasado un tiempo indefinido desde mi agotadora búsqueda del sentido en la alteración de la vida con bases de diversos campos, incluyendo como último las leyes uniformistas de Hutton y Lyell, me comencé a ver fuertemente influenciado por ambas, mostrando un contraste contundente ante la tesis de aquel ruso en Viperfish hace varios meses. En efecto, Hutton y Lyell afirman que la uniformidad se ve en los procesos del pasado geológico que actúan hoy, tal y como lo había concluido. Además el cambio no era inmediato, todo requería de largos años inevitables. Inevitables en el siglo XX, pues mi acuario y mi hermoso pez naranja me habían demostrado lo contrario hacía mucho tiempo.

El gran problema que tuve con las teorías uniformistas fue que un análisis inductivo necesitaba de algo más verosímil, más allá de las conclusiones basadas en observaciones, porque no podemos atribuirle a la naturaleza leyes quizás de nuestra propia invención.

Comencé entonces a aplicar todo lo que sabía bajo las leyes de esta dimensión ¿Ahora cómo los convencería a todos?.


02 de noviembre de 2043 - 13:05 hrs  (Recuperado)

Manipulé el lenguaje para que todos ellos entendieran de una manera concisa aquel mensaje; debía enseñarles mis propósitos de mejora y evolución mucho antes de que los activistas arruinaran todo mi trabajo. Nadie podría interponerse entre el nuevo creador del que la humanidad estaría agradecida después, era cuestión simplemente de que sus cerradas mentes comprendieran la importancia de la superioridad por sobre todo, excepto de mí.

He redactado ya un extenso texto acerca de cada minucioso detalle acerca del proceso de modificación de la base de la vida, sobre mi propia teoría evolutiva de ingeniería genética y sobre cómo esta no sería igual que los alimentos que ya existían y tomaban fuerza, estaba modificando la tan buscada partícula de Dios a mi favor.

 Todo resultó en cuestión de meses, escribí una carta dirigida a China: la mayor potencia mundial que hace ya 6 años  había logrado superar los Estados Unidos. Manipularlos fue muchísimo más sencillo de lo que esperé, gracias a mi amable solicitud, la tesis adjunta y una donación de mi tiburón transgénico Oxyrinchus #6A a su gobierno, que accedería gustosamente a ofrecer su sobrepoblación como objeto de experimentación, una experimentación disfrazada de auge químico para la humanidad.

Así, pues, firmé tratado tras tratado con cada uno de los presidentes, unos en más desacuerdo que otros, sin embargo, la gran mayoría finalmente accedieron en secreto y promovían nuevas campañas publicitarias masivas a favor de mí, de mi prototipo evolutivo que me llevaría a la perfección omnipotente inalcanzada hasta aquel día.


VI. Cómo el gas #367 hacía reír a las tres cabezas de mi pez naranja.


23 de junio de 2053 - 00:01 hrs.

Con todo esto, me había olvidado completamente de la trivial rutina de escribir personalmente. Recordé esto para escribir quizás acerca del fin o el comienzo de la inconstante marea que he hecho, la marea que últimamente crecía y se hacía cada vez más enredada.

A lo largo de este periodo, los experimentos tuvieron un giro drástico: Al principio aislé a la mitad de los habitantes en Asia y a la otra mitad en América del sur. Opuestos separados geográficamente para poder experimentar dos diferentes mutaciones. Al grupo de Suramérica lo llamé “P-05” y al grupo asiático “R-04” y así diferenciar mejor cada uno de los millones de tubos de ensayo llenos del químico modificador de la partícula de Dios que introduciría en el cerebro de cada miembro del experimento. Sin embargo yo sabía que todo aquello podría no resultar de igual manera en todos los humanos, así que 72 horas después de transmitir la sustancia P-05 a la mitad de mis voluntarios rocié gas #367 a toda mi población, y al contrario del primer grupo, a los R-04 los inyectaría luego de esto.

-¿Están listos? - Les pregunté.

 Y tras el megáfono con una frecuencia altísima, como si todos entendieran el mismo idioma en el que lo pregunté,  oí incesantes alaridos.

-Saluda, saluda - Al unísono, como en el sueño.

 Yo los miraba tras las cámaras. Y la marea llegaba al límite. Y mi pez reía a mi derecha.


VI. Cómo la nueva especie terminaría llevando mi conocimiento erudito a una distorsión real dentro del plano universal.


Tras el aislamiento y la inserción de partículas transgénicas en el cerebro de cada grupo, inicié una nueva especiación artificial: El grupo P-05 desarrollaría partes aleatorias de uno de mis animales marinos y se adaptaría inmediatamente, aboliendo toda ley natural gradualista tan exasperante. Mientras que el grupo R-04 desarrollaba comportamientos radicalmente individualistas competitivos que dentro de mis pruebas, desarrollarían la mente a niveles casi omnipotentes; terminó sucediendo algo contradictorio.

Se supone que al disponer ambos grupos dentro de un mismo territorio, se reproducirían y combinarían sus alelos para conseguir una nueva especie superior y única: Comportamientos que llevarían a la perfección todo conocimiento e integridad fisiológica heredada del primer grupo Suramericano. Pero exactamente un mes después, los uní y en un abrir y cerrar de ojos, me hallaba en un lugar inconcebible por la mente racional alguna vez habitante del planeta Tierra.


VII. Cómo el etéreo Gran Colapso universal volvía otra vez.


Pues así era, había contradicho las leyes de la tercera dimensión y el espacio-tiempo que finalmente resultó siendo relativo y no absoluto; porque basándome en leyes existentes dentro del universo había modificado lo relativo. Pero de repente estaba en un sitio oscuro, brillante, un poco de ambos.

Pleamar, la marea llegó a su punto máximo, pleamar.

Yo ya no tenía idea sobre la nada y el todo, simplemente parecía crear masas y cambiar su estructura química a mi voluntad. Pero lo divino no existía.

Era omnipotente, desde ahora conocía cada posible resultado, y todo se repetía, y un día yo despertaría y ya todo habría acabado.

Pero quién sabe si mi especie estaba extinta, era el Gran Colapso.

La voz me dijo que comenzara a estructurar el próximo universo de la tercera dimensión, la dimensión a la que jamás podría transmitirle el martirizante futuro, ya no podía volver. La voz, repetía

-¿Estás listo? Saluda, saluda.

Yo sabía que esa voz no era una voz, sino todas las de mis queridos experimentos transgénicos P-05, R-04.

Y el pez de tres cabezas se colocó allí, justo detrás del creador.  

VIII. Nova.

De esta manera, yo, el Creador o simplemente “La voz de los sueños”, antes de otorgarle mi lugar a esta criatura, puedo concluir vagamente cómo él se había convertido en el ser trascendental que alteraría para siempre el transcurso natural del espacio-tiempo tan complejo que terminó dominando, al igual que yo, antes del Génesis.

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