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La extracción petrolera: un camino de desarrollo o de destrucción

Por Maria Paula Dávila, 1102

Dando un vistazo por la Amazonia, el pulmón del mundo -como lo llaman muchos de los ecologistas y ambientalistas-, podemos ver claramente cómo la extracción petrolera y los efectos directos e indirectos derivados de esta actividad, que tanto enriquece a las naciones, afectan la región desequilibrando el ecosistema, con la destrucción de hábitats y seres vivos que en ellos habitan; las políticas extractivitas vulneran la biodiversidad, haciendo que su degradación sea cada vez más acelerada. Sin embargo, a pesar de que el daño es evidente y de que los países involucrados son conocedores del impacto ambiental de la extracción petrolera, nos preguntamos ¿por qué no prevalece el medioambiente y el cuidado de este? y ¿qué estamos haciendo para preservar esa gran fuente de oxígeno, ese enorme albergue de biodiversidad y el gran llamado stock de carbono del planeta?


La Amazonia tiene una importancia que radica en la conservación ecológica de Perú, Brasil y Colombia, y más allá de esto, es el hábitat de gran cantidad de especies exóticas, el lugar de asentamiento de distintos grupos étnicos ricos en costumbres y tradiciones que conforman la identidad de los países (en este caso, Colombia), además es poseedora de la mayor cuenca hidrográfica del mundo y de la capacidad de regular el clima regional (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL] & Patrimonio Natural, 2013); ya conociendo todo el valor que tiene la Amazonia para la vida en general y, por consiguiente, el respeto y el cuidado que se merece: la pregunta que surge es ¿por qué no cuidamos y preservamos este tesoro de la naturaleza?. En este punto, ya podemos hablar de los intereses que hay en juego, la sed de ganancias y de riqueza de muchos, contra el deseo de preservar el gran ecosistema de la Amazonia de unos pocos; y lastimosamente, en un país como Colombia priman los intereses económicos de los grandes inversionistas, de las empresas extranjeras dispuestas a extraer recursos y de los políticos corruptos que no dimensionan el daño que le están haciendo, no solo a la naturaleza, sino también a un país.


Pensar que podemos emplear los recursos, manejar la naturaleza y explotar de manera indefinida los ecosistemas, la fauna y la flora sin restricción alguna por ser seres “superiores”: es un pensamiento bastante erróneo, propio del antropocentrismo. La problemática ambiental actual de contaminación, altos índices de deforestación, contaminación de aguas superficiales y subterráneas, la extinción de la biota en el Amazonas y en muchas partes del mundo, etc… representan en  nuestro país un gran conflicto tanto ambiental como económico y social; a raíz de estas problemáticas anteriormente mencionadas, se derivan otras como el desplazamiento forzado de las poblaciones que albergan dichos lugares, bajos índices de desarrollo humano, la monopolización de tierras; todo esto generando a su vez el descontento social, manifestado en huelgas y en algunos casos violencia. Pensar en las causas que desencadenan todos estos conflictos nos conduce a varios caminos, uno de ellos: la extracción petrolera.


Actualmente la humanidad está dependiendo, en una forma significativa, del petróleo y la extracción del mismo va creciendo cada vez más (en una escala exponencial) que ignora por completo y evade la afectación causada a la naturaleza; en este punto surge otra pregunta: ¿Por qué la población, en ciertas ocasiones, acepta y le da la bienvenida a la extracción petrolera en sus territorios? Una mala información o el desconocimiento del impacto de la extracción petrolera en la salud, las tierras y la vida en general, nos llevan a pensar que el tener actividades petroleras en varias comunidades cercanas es sinónimo de progreso, lo cual no es del todo cierto. Con frecuencia se cree que el impacto directo de la extracción petrolera puede ser controlado con tecnología, y sólo permanece mientras dura el proyecto, sin embargo, estudios sobre el destino ambiental del petróleo demuestran que aunque la toxicidad del crudo disminuye con la degradación (que puede ser biológica o física), este sigue siendo una fuente de contaminación y de toxicidad para los organismos presentes en un ecosistema por largo tiempo (di Toro et al, 2007); se debe tener en cuenta que el petróleo y su comercio a pesar de generar grandes ganancias por la alta demanda que posee, es mucho más grande el daño al medio ambiente, un daño que posiblemente sea irreversible si se continúa explotando los recursos de manera descontrolada.


Para la economía de nuestro país, la participación del petróleo y su importancia se evidencia en las regalías, siendo estas “dichas compensaciones económicas a favor del Estado por la explotación de un recurso natural no renovable, del cual pueden participar de igual forma los territorios donde tiene lugar la explotación y los puertos marítimos y fluviales donde se transportan dichos recursos” (Agencia Nacional de Hidrocarburos [ANH], 2008); pero en estas transacciones también hay una problemática: el dinero producto de esta transacción debería ser destinado de manera equitativa a los distintos departamentos que carecen de servicios públicos básicos, para incentivar el desarrollo regional; pero –lastimosamente- no es así (Leff, 1998, 2003). En resumidas cuentas, salen afectados aquellos que no están directamente inmersos en estas transacciones, aquellos que por falsas promesas entregan sus territorios buscando una mejor calidad de vida, son ellos lo que ven el sufrimiento y la destrucción que ha vivido la naturaleza por la falta de compromiso del Estado y de las empresas petroleras con el medio ambiente.


Vemos cómo se está destruyendo la biota que sustenta nuestra existencia y la de la vida sobre la Tierra en general, sin pensar en qué sucederá cuando no haya lugar de donde extraer petróleo, cuando más de la mitad de especies se vea afectada por la calidad del agua, del suelo y del aire, cuando lugares como el Amazonas no se vean tan verdes desde el cielo, cuando ya sea demasiado tarde para dar vuelta atrás; difícil, triste, desconcertante es pensarlo. No obstante, la economía de los países dependientes del comercio petrolero caería sin detenimiento alguno (situación similar cuando caen los precios internacionales del petróleo). En una situación sin estabilidad económica, sin desarrollo en los lugares de extracción de petróleo y sin ecosistemas, ni fauna ni flora; ¿en qué lío estaría la humanidad?


Ahora bien, por fortuna no hemos llegado hasta ese punto pero no por eso vamos a ignorar que la problemática ya existe y va a seguir creciendo si nosotros no tomamos conciencia y si el Estado no controla las actividades que causan la destrucción ambiental que estamos viviendo, siendo este último quien tiene la posibilidad de contar con mayor cantidad de información y con  un mejor criterio para evaluar los riesgos sobre el ambiente y el mercado (Musgrave, 1992), con el propósito ideal de dar respuestas teóricas sobre la crisis ambiental que desde los años 70 empieza a ser entendida como grave, para luego ser llevadas a la práctica; tal y como lo explicó Guillermo Folador (2001): “es necesario contemplar en cada país lo que precisamente contempla la economía ecológica, las causas humanas de la crisis ambiental, la depredación de la naturaleza a través de la utilización de recursos naturales a un ritmo no recuperable, o la degradación de la naturaleza, lanzando al medio contaminantes a un ritmo incapaz de ser reciclado por los ecosistemas”, son serias problemáticas que no están siendo tomadas en cuenta con la suficiente importancia que merecen.


Es en realidad un tema que nos debe importar a todos, porque el planeta es nuestra casa, nuestro hogar y estamos en el deber de hacer un gran cambio para cuidarlo y preservarlo; desechando por ejemplo, todo tipo de abuso en contra de la naturaleza, aportando ideas que disminuyan el impacto ambiental y que no perjudiquen la estabilidad económica del país. Considero que es un trabajo conjunto donde cada uno aporte su granito de arena, logrando que la escala de reforestación vaya a un ritmo mucho más acelerado en comparación al ritmo de destrucción de las grandes hectáreas llenas de vegetación, que la economía del país considere la idea de utilizar energías sustentables y que todo el mundo comprenda que el hecho de buscar progreso y desarrollo, no significa que vamos a acabar con el tesoro más grande y bonito que tenemos, la naturaleza.


Fuente: Trujillo Quintero, H. F., Losada Cubillos, J. J.  Rodríguez Zambrano, H. (2017, julio-diciembre). Amazoniacolombiana, petróleo y conflictos socio-ambientales. Rev. Cient. Gen. José María Córdova. 15(20), 209-223. DOI: http://dx.doi.org/10.21830/19006586.181

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